Testimonios de Viernes Santo - Emilio Rodríguez de Guzmán Gutiérrez


En el segundo Testimonios de Viernes Santo tenemos a Emilio Rodríguez de Guzmán, uno de nuestros priostes.


MEMORIA VIVA DE LA HERMANDAD 

«Negro» de nacimiento, le contaron que procesionó por primera vez en la Semana Santa de 1956 con escasos años de edad, como su fotografía atestigua. Tiene vivencias cofrades muy marcadas desde niño, ya que su madre lo apuntó a la Hermandad porque su tío Amalio era hermano y a este acompañaba a los cabildos desde joven. Además, atesora con cariño el recuerdo de los rezos de penitencia en unos reclinatorios frente a La Piedad antes de la comunión que se hacían entonces.

Colaboró desde muy joven con la Hermandad, pues con menos de 13 años era ya monaguillo de la parroquia de San Pedro Apóstol y ayudaba a sacar y preparar los pasos. Ha colaborado con diversas Juntas Directivas de nuestra Hermandad desde que entró en 1976, siendo presidente don Manuel Santiago Barrajón Rodríguez, como prioste ya entonces, cargo que actualmente desempeña también.
Emilio es uno de los mejores «cronistas» que tiene nuestra Hermandad y son numerosos los eventos e hitos significativos que recuerda a lo largo de los años en relación al Cristo del Sepulcro o de La Piedad, como el encargo de los banderines de relevos, la llegada de la bandera nueva de la Hermandad o la restauración del trono del Sepulcro. Pero habla con gran fervor, especialmente, de la restauración de La Piedad, pues recuerda que don Raimundo Cruz Solís, imaginero encargado de esta, les dijo que era una de las imágenes más bonitas que un pueblo podía atesorar, a la altura de las más grandes. Emilio también rememora que fue el propio Cruz Solís quién, tras dichas palabras, sugirió a la Hermandad hacer un trono que reforzara la dignidad de nuestra imagen. Entre los escultores de primera línea se eligió a Guzmán Bejarano, discípulo de Castillo Lastrucci, y Emilio participó en las visitas de la Hermandad al taller del artista mientas que construía el trono. Este junto a muchos otros recuerdos, como el proceso de hermanamiento con la Hiniesta de Sevilla ante la posesión de dos imágenes de preciosa factura tan similares, son parte del tesoro testimonial que Emilio guarda para con su Hermandad.

Para Emilio la Semana Santa y, especialmente, nuestra procesión es algo muy personal y solemne, especialmente ahora, tras el fallecimiento de su padre, al entender mucho más el significado de un Santo Entierro, al que él tantas veces a acompañado ya en las noches de Viernes Santo. Siempre que sale en la procesión rememora a antiguos compañeros que tuvo y que ya no están, como Tomás Sánchez Camacho, Epifanio Loro, Anastasio Terriza o José María Negrillo, a los que él considera sus «profesores cofrades», pues, sin duda, Emilio sabe bien cómo tratar una imagen para su mejor conservación posible. Para él el Sepulcro y la Piedad son dos obras de valor incalculable, especialmente hoy en día, pues asegura que cuando en Daimiel y otros pueblos la economía no era muy boyante, se consiguió traer y preservar dos obras espectaculares gracias al trabajo y sacrificio de las directivas y hermanos que han pasado por nuestra Cofradía.

Cuando llega la noche del Viernes Santo, ya vestido con su túnica, recuerda a su madre, que  aún vive, y que le preparaba la túnica los días previos a la procesión. La misma túnica con la que aún procesiona y a la que le tiene un inmenso cariño, reflejo de una devoción y entrega que Emilio ha prestado siempre a la Hermandad del Santísimo Cristo del Sepulcro y a todos sus hermanos.




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